martes, 21 de marzo de 2017

Mariano: "Yo no dibujo muñecos, sino personas, y más bien antiguas. Y no los llamo chistes, sino dibujos con pie”


Por Félix Caballero
(Lugar y fecha de la entrevista: Vigo, 20 de marzo de 2017)

Mariano Marcos Abalo, conocido artísticamente como Mariano, nació en A Pobra do Caramiñal (A Coruña) en 1937. Su padre era un maestro palentino que fue a trabajar a A Pobra y se casó allí con una lugareña. Mariano vive en Vigo desde 1960, cuando entró a trabajar en el Banco Pastor tras obtener una plaza de administrativo por oposición. Se jubiló en el banco 37 años después. Antes de entrar en el banco había hecho estudios inconclusos de Humanidades y Filosofía en el Seminario Conciliar de Santiago de Compostela y de Magisterio en la misma ciudad.
Desde 1977 colabora como humorista gráfico en la revista Vigo Deportivo, en la que también dibuja escudos y hace estudios heráldicos. En 1989, publicó el libro Cen chistes en galego, con una selección de las viñetas publicadas en la revista, que se encargó también de la edición. El prólogo fue escrito por el periodista de Faro de Vigo Víctor Iglesias Viqueira.
Ha publicado viñetas también en Chan –la revista gallega que dirigía en Madrid el prestigioso periodista compostelano Raimundo García Domínguez, Borobó (1970-1971)–, Can sen Dono –la revista de humor que fundaron Pepe Carreiro y Gogue en Vigo (1983-1990)– y A Peneira –el periódico comarcal editado por Guillermo Rodríguez Fernández en Ponteareas (1984-2010)–.
Participó en los Encuentros de Humoristas de O Condado que se celebraron en Salvaterra, O Porriño y Mondariz entre 1984 y 1988. Tenían lugar a la par que el Festival de Poesía de O Condado y estaban auspiciados, al igual que este, por la Sociedad Cultural y Deportiva de O Condado. También participó en el I Salón de Primavera y Simposio de Humoristas que tuvo lugar en Vigo en 1989.
Tiene obra en el Museo del Humor de Fene (A Coruña).
Mariano es un artista polifacético. Hace también tallas en madera y marfil, y pinta platos y búhos en piedras que encuentra en la playa.
Es el autor del famoso conxuro de la queimada, comercializado hasta la saciedad, aunque, para su desgracia, a sus espaldas. Lo compuso en 1967 y le añadió dos estrofas en 1974. En 2001 registró la propiedad intelectual. Además, es miembro del grupo poético “Brétema”.
Ha realizado el espectáculo de la queimada en diversas localidades de Galicia y otros puntos de la península ibérica. Es Caballero de la Orden Serenísima de la Alquitara, de Portomarín (Lugo), y ha sido pregonero de numerosas fiestas en O Porriño, Mosende-O Porriño, Mos, A Cañiza, Moscoso-Pazos de Borbén, etc., todas ellas en la provincia de Pontevedra.
Colecciona llaves y esquelas con mote, de las que ha reunido cerca de 50.000 en 40 años.
 
¿Qué es el humor para usted?
El humor a veces me hace reír y todo. A veces voy por la calle y me río solo porque me cuento un chiste que no sabía. Yo ando todo el día y mi mente está trabajando siempre. A veces voy por la calle entretenido, con películas, haciendo historias, y pasa alguien por mi lado y no lo veo. Y cuando llego a casa escribo o dibujo. Nunca estoy aburrido. Estoy todo el día entretenido, y toda la noche. Yo me acuesto todos los días a las tres y media de la mañana. Además, como varío… No hago siempre lo mismo. Un día me pongo a pintar las piedras con los búhos, otro día hago poesía, otro día hago dibujos…
¿Cuándo escribe lo también en clave de humor?
No necesariamente, pero siempre dándole un toque con cierta gracia.
¿Y poesía humorística ha hecho?
También. Los chistes un poco picantes los poetizo. Hago chiste en poesía. Tengo varios cuentos de Caperucita Roja, pero puestos en poesía. A veces, en los recitales del grupo poético “Brétema”, hago un dúo con otra compañera y contamos el cuento de Caperucita,pero tergiversado. Yo hago del lobo y ella de Caperucita. Es un tipo de humor un poco picantito sin rayar en la grosería. Todo el mundo ya entiende sin que haga falta decir groserías.
¿Existe un humor gallego? ¿Es el gallego humorista por naturaleza?
Sí, el gallego siempre es humorista por naturaleza. Lo lleva dentro. Ante cualquier cosa, aunque sea una desgracia, tiene ese tipo de humor. Si se resbala una persona con una monda de plátano, la gente no dice “¡ay, pobre, que se cayó!”, sino que todo el mundo se ríe.
¿Empezó a dibujar chistes muy joven?
Nunca se sabe cuándo empiezas. Empiezas de casualidad. Yo creo en la reencarnación y a lo mejor tengo una vena… Tengo antepasados que fueron escritores, poetas. Hubo uno que fue el director de un periódico satírico-político del siglo XIX en A Coruña, El Danzante. Conservo hojas del periódico y fotografías antiguas. Tengo cien fotografías originales de los años 1800 y pico.
¿Qué humoristas le gustaban cuando empezó a hacer viñetas? ¿En quiénes se fijaba?
No me fijaba en ninguno. Normalmente no tengo ganas de leer los chistes de los demás, porque a lo mejor lees un chiste, pasa un tiempo y te viene a la mente un chiste que crees que es tuyo, pero es de otra persona. Y también pasa muchas veces que yo hago un chiste y unos días después sale el mismo chiste en el periódico, porque el humorista ese tuvo la misma idea que yo. Pasa una cosa y comenta, y yo también comento lo mismo.
¿Fue lector de “La Codorniz”?
Sí. Yo leo muy poco, pero La Codorniz algo leía. Aún tengo algunos ejemplares de esos que estaban prohibidos, que retiraban de la circulación. En un chiste salía de la piscina una señora en estado, medio ahogada, y decía el texto: “Por no sacarla a tiempo”. Y en otro había una pareja de novios sentada en un banco y había un chico con una piedra, y decía: “¿La tirará o no la tirará?”. Son chistes para pensar, no de reírse en el momento.
¿Le gusta Castelao?
Sí, tiene un estilo muy particular.
¿Sigue a alguno de los humoristas que publican en la prensa gallega en la actualidad?
Sí, a Gogue. Me gusta mucho, aunque a veces pone chistes del pueblo, que ya son conocidos, pero los escenifica. Le da su toque, su aire, y entonces hacen gracia.
¿Qué opina de Quesada?
Era muy bueno. Lo conocí en 1960, cuando vine a Vigo a trabajar en el Banco Pastor. Cuando hizo falta en esa época un humorista para Faro de Vigo, se presentó y lo aceptaron. Era en tiempo de la dictadura y hacía chistes políticos que no hacían daño en el momento, sino como un segundo pensamiento. Los hacía muy bien. Y las caricaturas de políticos, también. Y los chistes últimos, de maravilla. Era un fenómeno.
¿Cómo definiría su estilo (el suyo, no el de Quesada) como dibujante de humor?
No tengo definición. Me sale. Los dibujos los hago como si fuesen personas, no como otros que dibujan como muñecos. No los critico para nada, cada uno tiene su humor. Son personas más bien antiguas: señores con gorro, señoras con pañoleta. Yo los llamo dibujos con pie, no chistes.
Creo que colabora en “Vigo Deportivo” desde 1977: eso son ya cuarenta años.
Puede ser. Antes salía cada semana y yo hacía dos chistes. Ahora sale una vez al mes y hago solo uno. Y me fastidia mucho porque no tengo la mente preparada. El libro de chistes que hice en 1989 lo hicieron ellos también. Y ahora quieren hacerme otro, pero ya les he dicho que yo no tengo dinero para costearlo. Están tardando tanto que me parece que va a ser póstumo.
Hablemos, pues, de aquel libro de 1989, “Cen chistes en galego”.
Todos se habían publicado en Vigo Deportivo. Se hizo una primera edición de mil ejemplares y los vendí yo todos a mano gracias a Víctor Iglesias Viqueira, que lo anunció en Faro de Vigo. Un par de años después se hizo una segunda edición de otros mil y esos ya los regalé casi todos.
Los chistes de “Vigo Deportivo” no son necesariamente de temática deportiva, ¿no?
No, hago de todo.
¿También chistes políticos?
No, no me meto ni con la política ni con la religión.
Usted colaboró también en “Chan”…
Como leía la revista, les mandé una colaboración y me publicaron tres o cuatro chistes.
Y en “Can sen Dono”
Mis dibujos no iban de acuerdo con la revista. Los que hacían los demás eran todos tipo muñecos, y los míos era tan serios, tan bien hechos, tan perfilados con la plumilla que yo me decía a mí mismo: “Esto no pega aquí”.
Y en “A Peneira”…
Colaboraba con chistes y hacía el escudo heráldico de un apellido, pero empezaron las envidias. No ponía bibliografía, y alguien empezó alguien a decir: “¿De dónde sacas estos escudos? Igual los inventa”. Y dejaron de publicarlos. El director me dijo: “Es que llegó tarde”. “Llegó tarde aquel, pero el siguiente llegó bien”, le respondí. Después, para fastidiar, ponía: “Bibliografía: biblioteca particular”. Pero dejé de colaborar.
¿Le hubiera gustado publicar viñetas en un diario como “Faro de Vigo” o “Atlántico”?
Sí, pero soy muy parado. No me promociono ni busco nada (en Vigo Deportivo, A Peneira, Chan y Can sen Dono nunca me pagaron). Por ejemplo, el conxuro de la queimada. Yo hacía las queimadas en la desaparecida discoteca “Fausto”, en la calle Tomás Alonso [de Vigo]. Hubo una asamblea de turismo galaico-portuguesa en 1974. El dueño mandó hacer fotocopias del conxuro para repartir entre la gente. Y la empresa que hizo las copias –una copistería que había frente al Cine-Teatro Fraga– fue quien comercializó el conxuro de la queimada que anda por todo el mundo. Los primeros llevaban mi firma. Los vendían a 190 pesetas y de comisión me dijeron que me iban a dar un euro. Como no soy materialista, dejé la cosa. Tengo un alma artística, nada más. Un año después fui por ahí y la empresa había cerrado, y la cogieron como cooperativa los empleados. Si fuese otro, me habría hecho socio de la Sociedad General de Autores (SGAE), porque tiene ese conxuro. Hay un grupo musical que lo ha grabado y en la carátula del disco pone: “Propiedad intelectual: Mariano Marcos Abalo” (porque yo tengo la propiedad intelectual desde 2001). Por lo tanto, tuvieron que pedir permiso a la Sociedad de Autores. A lo mejor tiene guardado allí un dinero que me corresponde a mí. Pero no sirvo para esas cosas.
¿Qué recuerda de los Encuentros de Humoristas de O Condado?
Estuve en todos. Eran una maravilla. Todos los humoristas allí contando cosas... Después íbamos a Salvaterra: nos daban de comer, de cenar... Íbamos a veces a Portugal. Fuimos a O Porriño también. Era una cosa preciosa. Un día se me ocurrió pintar un plato, y todo el mundo se puso a pintar platos. Eran unas reuniones tan bonitas, tan apolíticas: de comer, de beber, de cantar... Una cosa extraordinaria. Lo malo es que después el humorismo desapareció de las reuniones y quedó solo la poesía, porque se politizó mucho. Las poesías de los poetas de ahora son todas en contra de todo, y los humoristas –aunque también hay algunos políticos– en general somos solo del humor, de reírnos y de pasarlo bien.
También participó en el I Salón de Primavera y Simposio de Humoristas de Vigo, en 1989.
Expusimos los dibujos en la Plaza de la Princesa. Hablaron de ir todos juntos, porque ya estábamos acostumbrados a reunirnos por los Encuentros de O Condado, y fuimos.
(Mariano recuerda que algunos de los humoristas con los que coincidió en aquellos encuentros ya han muerto: Forxán, Lalo, Quesada… Y aprovecha para hablarme de sus colecciones de esquelas).
Yo los periódicos empiezo a leerlos por las esquelas. Tengo una colección de esquelas con mote. De este año, que solo estamos en marzo, ya tengo 400. Llevo 40 años; debo de tener 50.000 esquelas con mote. Podría estar en el Libro Guinness, pero no estoy porque soy un parado. Me hacía falta una secretaria que me animase, que me dijese: “Tienes que ir aquí y allí”. Todos los años recopilo unas mil. El año pasado tuve 1.600. Las cojo del Faro y de La Voz de Galicia, nada más. Aparte, tengo otro álbum con las esquelas curiosas y otro con erratas. Tengo una de una chica de 22 años que en la esquela pone: su esposo fulanito, su compañero citanito; sus padres políticos: los padres del compañero y los padres del marido. ¿Es comprensible eso? Después tengo otro de nombres y apellidos. Por ejemplo: José Folla Doblado, Melón Blanco, Armando Guerra. Y una señora que tenía una mercería en la calle del Progreso que era Nieves Carrete Morado.
Usted tiene viñetas en el Museo del Humor de Fene…
Sí, tres o cuatro. Fue a consecuencia de las reuniones de Salvaterra. Querían chistes para el Museo del Humor y cada uno dio unas cuantas. Por cierto que no lo conozco.
¿Las viñetas las hace siempre a plumilla y en blanco y negro?
A plumilla las hacía antes. Ahora uso rotuladores: son tan finitos que es mucho más cómodo que andar mojando el tintero. Los dibujos lo hago siempre a blanco y negro. Ahora, cuando pinto un plato, lo pinto en color, y quedan muy lucidos, muy bonitos. Y todo regalado, como las tallas que hago en madera o marfil, o los búhos que pinto en piedras. Yo soy feliz haciendo felices a los demás. Algunos me dicen que tengo que cobrarlos, y a veces tienen razón, porque regalas una cosa y no la valoran como si les costara dos o tres euros. Tristemente es así.
¿Las viñetas las dibuja primero a lápiz o directamente a tinta?
Directamente a tinta. Y los platos también. Cuando fumo un puro, tengo que ir a una terraza, y siempre llevo algo para hacer. Estaba un día haciendo un dibujo y pasó por allí un niño de siete u ocho años con el padre, y se fijó y me preguntó: “¿Y esto cómo te sale?”. Y le dije en plan de broma: “Esto sale con este bolígrafo”. Y me preguntó: “¿Y dónde se compran?”. Se creyó que salía solo del bolígrafo [risas]. Yo soy autodidacta en todo. No aprendí ni poesía, ni dibujo, ni talla en madera ni en marfil... Desde niño andaba siempre con una navaja en el bolsillo, y cualquier maderita la cogía, la tallaba, hacía un hórreo, un cruceiro… Desde niño siempre hice cosas manuales.



Mariano, 1988 (del libro Cen chistes en galego).

Mariano, Queimada, 1994.

Mariano, 2016 (dedicado a la muerte de Quesada).

Mariano, 2016.

Mariano, s/f (del libro Cen chistes en galego).

Mariano, s/f (del libro Cen chistes en galego).

Catálogo del Encuentro de Humoristas de O Condado, 1988.

Catálogo del I Salón de Primavera y Simposio de Humoristas de Vigo, 1989.




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