Raphael Bordallo Pinheiro (Lisboa, 1846-1905) y Alfonso Daniel Rodríguez Castelao (Rianxo, A Coruña-Buenos Aires, Argentina, 1950) son los padres y las cumbres del humor gráfico gallego-portugués. Ni Bordallo fue el primer caricaturista de Portugal ni Castelao el primero de Galicia, pero, por la calidad y la influencia de su obra, son considerados los verdaderos creadores –los legítimos padres– del humor gráfico moderno en Portugal y Galicia, respectivamente. Y todavía hoy, muchas décadas después de su muerte, y a pesar de la existencia posterior de otros artistas a los que se les debe dar también la categoría de maestros –Leal da Câmara, Stuart Carvalhais o João Abel Manta en Portugal; Maside, Cebreiro, Atomé, Quesada, Siro o Xaquín Marín en Galicia–, siguen estando catalogados como las cumbres del humor gráfico gallego-portugués.
Raphael Bordallo Pinheiro
(escrito también Rafael Bordalo Pinheiro) revolucionará el humor gráfico
portugués con la fundación de cuatro sobresalientes publicaciones periódicas. De
1875 data la primera, A Lanterna Mágica,
con la que el humor en prensa conquista la mayoría de edad en Portugal.
Es ahí donde, el 12 de junio de 1875, crea a Zé Povinho, símbolo iconográfico
del portugués como pueblo, que pronto pasará a prototipo de la sátira
caricatural portuguesa.
Tras el cierre ese mismo
año de A Lanterna Mágica,
Bordallo emigra a Brasil, aprovechando una oferta para trabajar en Río de
Janeiro. A su regreso, en 1879 crea O
António Maria, cuyo nombre hace referencia a António Maria Fontes Pereira
de Mello, el hombre fuerte de la política de la época (primer ministro de 1871 a 1886
durante tres mandatos interrumpidos) y uno de los principales políticos
portugueses de la segunda mitad del siglo XIX, al que convertirá en la
víctima favorita de sus caricaturas. Es en este periódico donde publica como
encarte entre 1880 y 1885 su célebre Álbum
das Glórias portuguesas.
O António Maria desaparece en 1885 para reaparecer a los pocos
meses con el título de Pontos nos ii.
En 1891 el Gobierno lo ilegaliza y Bordallo resucita O António Maria (2ª época), que durará hasta 1898.
A
Paródia (1900-1906) es la última gran revista de Bordallo, que
publica en ella la serie zoomórfica que podemos considerar como su testamento
artístico: “A grande porca: a política”; “O grande can: as finanzas”; “A galinha
cega: a economia”; “O grande papagaio: a retórica parlamentária”; e “A grande toupa: a reacção”. En la
publicación colabora activamente Manuel Gustavo Bordallo Pinheiro (1867-1920),
hijo del maestro y uno de los raphaelistas más destacables de su tiempo,
eclipsado por su padre.
Bordallo revolucionó también la
industria de la cerámica, convirtiendo Caldas da Rainha en la capital de la
caricatura en barro a partir de 1884, cuando fue reclamado como director
artístico por su hermano Feliciano, impulsor de la fábrica.
En 1924, veinte años después de
su muerte, se inauguró en Lisboa el Museo Raphael Bordallo Pinheiro, donde se
puede admirar una sobresaliente selección de caricaturas y cerámicas del
artista portugués.
Alfonso Daniel Rodríguez
Castelao debuta en 1909 firmando la portada del primer número de Vida Gallega. Luego fue director
gráfico y administrativo del El Barbero
Municipal (Rianxo, 1910), pero será en los diarios, y en concreto en los
vigueses Galicia, Faro de Vigo y El Pueblo Gallego, donde realizará lo
mejor de su obra como dibujante de humor. En el primero, en julio de 1923, nacen sus “Cousas da vida” –su trabajo humorístico más
reconocido–, que continuará de 1926 a 1933 en Faro de Vigo. En 1931 publicó el álbum Nós –con dibujos realizados entre 1916 y 1918–, considerado otra de
sus obras cumbre.
Aunque el gallego nació e
inició su carrera cuarenta años después que el portugués, entre uno y otro
descubrimos una serie de interesantes paralelismos.
Los dos parten del estilo de su tiempo para crear una obra genial
Bordallo y Castelao son
hijos de su tiempo y, por lo tanto, parten de los estilos imperantes en aquel
momento, pero el genio que encierran les lleva pronto a hacerlos suyos y
trascenderlos, apuntando nuevos caminos.
Bordallo practica la
caricatura naturalista puesta de moda en Europa y América por Honoré Daumier
(Marsella, 1808-Valmondois, 1879) y otros caricaturistas franceses en La Caricature (1830-1835) y Le Charivari (1832-1837), fundadas ambas
por Charles Phiippon (Lyon, 1800-París, 1862). Pero no cae en las caricaturas
“quisquillas” creadas por el francés André Gill (París, 1840-Saint
Maurice, 1885) durante el Segundo Imperio, en las que la cabeza es enorme y el
cuerpo diminuto.
Castelao practica la
caricatura síntesis, de línea, de fuerte pegada modernista, puesta de moda en
toda Europa por la revista alemana Simplicissimus,
en la que colaboraron caricaturistas como el noruego Olaf Gulbransson
(1873-1958) o el germano George Grosz (1893-1959).
La caricatura síntesis
desplaza a la caricatura naturalista de la etapa anterior. Ya no se trata de
exagerar ningún rasgo, sino de escoger solo los esencialmente expresivos,
suprimiendo todos los demás. Como dijo el propio Castelao en su conferencia Algo acerca de la caricatura
(1911), “debe copiarse la actitud y la expresión de un momento psicológico
característico, sus idiosincrasias si es posible; y todo ello con la menor
cantidad de líneas, las indispensables para que se comprenda la expresión, pues
ya se sabe que no la anatomía sino la fisiología del individuo (…) es lo que se
retrata”.
La síntesis expresiva de
sus “Cousas da vida”, realizadas durante los años veinte y primeros treinta del
siglo pasado, deviene en realismo en los álbumes de la Guerra. No son las
ilustraciones compuestas a base de líneas sencillas, que representaban los
elementos esenciales de los personajes, sino unos dibujos en los que predomina
el sombreado, el claroscuro y las tonalidades negras. En la serie “Os meus
compañeiros”, realizada en Buenos Aires entre 1940 y 1941, el artista alcanza
la cumbre del realismo. El estilo de Castelao no siempre fue el mismo y por
eso, al referirnos a su obra, hablamos, según el momento, de modernismo, arte
japonés, expresionismo o realismo. En cualquier caso, fue un artista
autodidacta que no quiso hacer un arte vanguardista, sino que fuese entendido y
popular.
Los dos eran más irónicos que satíricos
Tanto Bordallo Pinheiro como
Castelao son más irónicos que satíricos, más críticos que panfletistas. La
sátira partidista y panfletaria de los caricaturistas anteriores deja paso, con
ellos, a un humor moralizante, que pone de manifiesto los vicios de la sociedad
para corregirlos.
El historiador portugués Osvaldo Macedo de Sousa dice de
Bordallo que “con él nace el dibujo
humorístico generalista, recusando la función de denunciador de ridículos para
ser un ‘orquestador de motivos risibles’. Prefiere la ironía a la sátira, y
aunque ahora opte por reírse con los criticados, en lugar de, no deja de desear
ser incómodo. Él definirá entonces el arte del humor como “el mismo que clavar
un clavo en el acabado nuevo de una casa, con la protesta de las autoridades.
Caricaturizar es destrozar ese acabado”.
Lo mismo podemos decir de Castelao. Destrozar ese acabado o
morder. En palabras del propio humorista (Humorismo.
Dibuxo humorístico. Caricatura, 1961): “Poida
que non sexan humorismo nin a sátira nin a ironía, mais, con todo, coido que
diante das mágoas da terra asoballada calquera humorista de boa cepa galega ten
de convertirse en satírico ou ironista […] o meu galeguismo estame sempre
dicindo á orella: ti, que podías rir, morde…”.
Por supuesto que el caricaturista gallego es también
satírico, pero, como señala Carlos G. Reigosa, su ironía no se desprende nunca del
sentimiento para caminar sola. Su crítica puede ser despiadada, pero está
siempre acompañada de una inmensa ternura. Por eso, Siro
dice que Castelao es esencialmente “un
humorista benévolo –un humorista puro–”, aunque una actitud moral lo lleve
ocasionalmente a utilizar el sarcasmo.
A los dos podemos aplicar también la siguiente frase de Eça
de Queiroz, buen amigo de Bordallo: “La risa es una filosofía. Muchas veces la
risa es una salvación. Y en política constitucional, por lo menos es una
opinión”.
En cualquier caso, Bordallo es un caricaturista de políticos
y artistas, con nombres y apellidos; Castelao (que también dejó grandes
caricaturas personales), de caciques y labriegos anónimos.
Los dos crearon escuela
Ambos
crearon sendas escuelas que han llegado hasta nuestros días.
Puede decirse que entre 1870 y 1910 el 90 por ciento de los
caricaturistas portugueses seguían la escuela de Bordallo y todavía hoy, 110 años
después de su muerte, hay humoristas gráficos raphaelistas en Portugal. Entre estos seguidores destacan su contemporáneo Sebastião Sanhudo (Ponte de Lima, 1851-1901) –fundador de O Sorvete, el periódico satírico portugués más longevo del siglo
XIX–, su
hijo Manuel Gustavo Bordallo Pinheiro o Francisco Valença (Lisboa, 1882-1959), principal dibujante y
director de Sempre Fixe, la
publicación humorística portuguesa más importante del siglo XX.
En Galicia, antes de la
Guerra Civil, entre 1910 y 1936, la práctica totalidad de los caricaturistas
estaban influenciados por Castelao, aunque tuvieran sus particularidades.
La etapa que va de enero de 1909 al 18 de julio de 1936 fue la época dorada del humor gráfico gallego, aún no igualada hasta hoy. En un país con pocas publicaciones y menos lectores, llegó a haber cerca de un centenar de humoristas que publicaban viñetas en gallego –o bilingües, para causar más gracia o para diferenciar la condición social o económica de los personajes: el labrador, el pescador siempre hablan gallego; el señorito, el maestro, siempre castellano.
La etapa que va de enero de 1909 al 18 de julio de 1936 fue la época dorada del humor gráfico gallego, aún no igualada hasta hoy. En un país con pocas publicaciones y menos lectores, llegó a haber cerca de un centenar de humoristas que publicaban viñetas en gallego –o bilingües, para causar más gracia o para diferenciar la condición social o económica de los personajes: el labrador, el pescador siempre hablan gallego; el señorito, el maestro, siempre castellano.
Algunos de estos humoristas
eran meros aficionados, pero en el más de los casos se trata de artistas que se
sintieron atraídos por la moda del momento, ya que era infrecuente la
publicación que no añadía en sus páginas algún mono o caricatura. Salvo raros
casos, la mayoría fueron seguidores e imitadores de la obra de Castelao.
Algunos de estos artistas llegarían a estar entre los grandes renovadores de la
pintura gallega en el siglo XX: Maside, Torres, Seoane, Laxeiro… Prácticamente
no hubo un artista plástico gallego que no hiciera humor gráfico en algún
momento de su vida: Colmeiro, Granell o Asorey también lo hicieron.
Entre este centenar de
humoristas podemos destacar a Carlos Maside, Álvaro Cebreiro, Manuel Torres,
Ignacio Vidales Tomé, Eduardo Padín, Prada, Federico Ribas, Cándido Fernández
Mazas, Julio Prieto Nespereira, Ramos, Ventura Requejo, Manolo Romano...
Tras la Guerra Civil, y a
pesar de que Castelao estuvo proscrito y de que sus “Cousas da vida” no se
editaron prácticamente hasta 1971, el espíritu del rianxeiro permanece vivo en
autores como Atomé, cuyas viñetas muestran la misma preocupación amorosa por el
campesino, o Xesús Conde, que se declaraba “el último discípulo de Castelao”.
Todavía en en los años 70
del pasado siglo Siro fue llamado el nuevo Castelao, aunque, como él mismo
dice, sus dibujos se parecen “como un huevo a una castaña". Pero sí es cierto que Siro cimentó su estilo en el estudio del rianxeiro. Y, de
otro modo, la síntesis expresiva de Castelao está también en Xaquín Marín o
Pepe Carreiro.
Los dos acertaron a encarnar al pueblo en sus caricaturas
Ambos supieron encarnar a su
pueblo en sus caricaturas: Bordallo, en Zé Povinho, el personaje que creó en A Lanterna Mágica en 1875, y Castelao,
en cualquiera de sus paisanos (hombres, mujeres, viejos, niños), que expresan
la esencia de los gallegos con hondura y verdad.
Zé Povinho, el mayor acontecimiento de toda la
ilustración satírica portuguesa, apareció por primera vez el 12 de
junio de 1875 en el número 5 de la A
Lanterna Mágica y en seguida se convirtió en símbolo de Portugal,
como el John Bull inglés, el Tío Sam estadounidense o la Marianne francesa. Pero, por primera vez y casi única
en el mundo, Portugal no crea un símbolo iconográfico del país, sino del
pueblo. Los otros símbolos son iconos de orgullo nacional, mientras que este es
más bien de vergüenza. Según Macedo de Sousa: “No es un icono de orgullo
nacionalista, sino una grotesca síntesis del pueblo. Es la imagen del rústico
que se mantiene pasivamente indolente delante de las triquiñuelas de los
gobernantes, delante de la expoliación de sus pertenencias y derechos, que se
mantiene indiferente al progreso”.
Con el tiempo, de icono
del pueblo pasará a prototipo de la sátira caricatural portuguesa. Ha sido
reelaborado por muchos otros humoristas a lo largo de la historia, con una
presencia recurrente. Todavía hoy podemos encontrarlo en la prensa.
A partir del último
cuarto del siglo XIX tomó forma tridimensional con la popularización de la
cerámica de la fábrica de Caldas da Rainha.
A pesar de la antigüedad y
del extraordinario éxito del Zé Povinho de Bordallo Pinheiro, el humor gráfico
portugués no ha sido muy dado a generar héroes. La excepción fueron Quim y
Manecas, de Stuart Carvalhais –nacidos
el 21 de enero de 1915 en el número 898 de O
Século Cómico–, pero no era un cartoon político, sino infantil.
El mayor héroe del humor gráfico portugués desde Zé Povinho ha sido el Guarda
Ricardo, creado por Sam (1924-1993) en Notícias
de Amadora en 1971, casi cien años después que el personaje de Bordallo,
pero murió con su creador. “La duda sistemática del Guarda Ricardo y del Chefe
[su antagonista] marcó, en ironía, las dudas de la transición marcelista, y
después de la democracia. Hoy su revisión es un retrato psicológico de la
sociedad a lo largo de estos años” (Macedo de Sousa).
Castelao hizo de los problemas
de sus paisanos campesinos y marineros el centro de su obra: la injusticia, la
emigración, el caciquismo, el régimen foral, la miseria, las costumbres, las
creencias, la forma de ser... Como dice Siro, tantos sus dibujos como los
textos que los acompañan están sacados del propio pueblo, rezuman una asombrosa
autenticidad gallega. Sus estampas “admírannos polo
extraordinario dominio que demuestra ó apreixar nunhas poucas liñas tódolos
rostros posibles de homes, mulleres e nenos do país. Cando Castelao deseña o
rostro enxoito e cheo de enrugas do vello labrego temos ante nós un labrego que
se nos amosa familiar, coma alguén que coñecemos un día non sabemos cando. E
outro tanto podemos dicir do mariñeiro, do cacique, do cego, do crego, do
emigrante ou do vello que pide esmola”.
Los dos dejaron un testamento artístico
Aunque especialmente conocidos
por los periódicos A Lanterna Mágica
o O António Maria (Bordallo) y la
serie “Cousas da vida” o el álbum Nós
(Castelao), los dos caricaturistas dejarán lo que podemos calificar de su
testamento artístico en algunas obras maestras posteriores.
Bordallo, la serie zoomórfica
que publicó en A Paródia en 1900: “A
gran porca: a política”; “O gran can: as finanças”; “A galinha cega:
a economia”; “O grande papagaio: a retórica parlamentar”; y “A grande toupeira:
a reacção”. Podemos considerarla como la síntesis satírica de la visión
política de toda una vida.
Castelao, los tres álbumes sobre
la Guerra Civil: Galicia mártir (1937).
Atila en Galicia (1937) e Milicianos (1938). Los dos primeros
muestran, con gran crudeza, la represión ejercida por el bando nacional. El
tercero rinde homenaje a los combatientes que defendieron la República. Son, en
total, treinta y una obras que fueron expuestos en la Unión Soviética, en los
EEUU o en Cuba, pues sirvieron como propaganda política de la República.
Los dos colaboraron en la prensa de Madrid
Tanto Bordallo Pinheiro como
Castelao colaboraron en la prensa de Madrid, incluso en un mismo periódico, La Ilustración Española y Americana,
claro que uno muchos años antes que el otro.
Bordallo dibujó para El Mundo Cómico (1873), La Ilustración Española y Americana, La Ilustración de Madrid y El Bazar. Su internacionalización no se
circunscribió solo a España, sino que llegó también a Francia (L’Unives Illustré) e Inglaterra, donde
colaboró en The Illustrated London Almanacy y The
Illustrated London News.
Para este último periódico cubrió como reportero gráfico (ilustrador) la III
Guerra Carlista en 1873, para lo que viajó a España junto al redactor William
Ingram. Bordallo llegó a declinar la invitación de ser ilustrador residente de
la revista.
Castelao colaboró en el diario El Sol –el periódico de mayor prestigio y tirada en España– desde
febrero de 1918 hasta junio de 1922. Igual que Bordallo con The Illustrated London News, rechazó el
trabajo fijo en la redacción que le ofrecieron. En el diario madrileño coincidió
con el catalán Bagaría, que le consideraba el mejor dibujante español de la
época. En El Sol colaborarían también
los gallegos Maside, Cebreiro e Torres, en la sección “Los maestros de la
historieta”, incluso con viñetas en lengua gallega. Otras publicaciones
madrileñas en las que colaboró Castelao fueron El Liberal (1912), El Gran
Bufón (1913), El Parlamentario
(1914), La Ilustración Española y
Americana (1915), La Esfera (1918).
Era la primera vez que los humoristas gallegos eran reclamados
por la prensa de Madrid. Después de la Guerra Civil, a partir de los años 50,
también colaborarán en ella Julio Cebrián y Alfonso Abelenda (Don José, La Codorniz, El Alcázar en el
caso de Cebrián…), pero estaban afincados en Madrid, y más tarde, desde finales
de los 60, Quesada (La Codorniz, Arriba,
Pueblo…) y Xaquín Marín (Hemano Lobo,
La Codorniz…), estos últimos sin dejar de vivir en Galicia.
Los dos emigraron
Los dos vivieron la experiencia
de la emigración, aunque que de un modo muy diferente: mientras que en el caso
de Bordallo fue temporal y escogida (pasó cuatro años en Brasil trabajando en
la prensa después del éxito alcanzado en Portugal con A Lanterna Mágica), la de Castelao en Argentina –donde ya había
vivido con sus padres durante su infancia– fue forzosa e indefinida por la
Guerra Civil y la dictadura en España.
Tras el éxito conseguido con
A Lanterna Mágica, el dibujante portugués fue invitado a viajar a Brasil para
trabajar O Mosquito, de Río de
Janeiro. A finales de 1878, la redacción de O
Besouro, el periódico fundado por Bordallo Pinheiro en Brasil tras el
cierre abrupto de O Mosquito, fue
asaltada por el populacho, pagado para el efecto y protegido por la policía. El
propio caricaturista sufrió, además, dos atentados de sicarios enviados por
enemigos que habían sido víctimas de su humor. Bordallo resolvió cerrar la
publicación y volver a Portugal en marzo de 1879.
Castelao pasó parte de su
infancia y adolescencia en Argentina. A los nueve años marchó allí con su madre
para reunirse con su padre, que había emigrado solo antes. La familia vivió en
La Pampa, donde Castelao descubrió el humor gráfico a través de Caras y Caretas, la publicación en la
que trabajaba el lucense Xosé María Cao. En Argentina pasaría cinco años
(1895-1900), antes de volver a Galicia para estudiar bachillerato y Medicina en
Santiago de Compostela. Muchos años después, en 1938, debido a la Guerra Civil
y la dictadura de Franco, tuvo que partir para el exilio, primero en los EEUU y
Cuba, y luego, a partir de 1940, en Argentina (Buenos Aires), donde vivió hasta
su muerte en 1950.
Los dos tuvieron relación con el teatro
El teatro fue la primera vocación de Bordallo Pinheiro, que
con catorce años ya trabajó como decorador de sala, escenógrafo y
actor en el Teatro Garrett de Lisboa, antes de inscribirse en la Escuela
Dramática del Conservatorio de la capital portuguesa, que abandonará. En 1973 y
1974 realizó sendas series de litografías con caricaturas de los principales
actores portugueses de la época (João
Anastácio Rosa, João Rosa, Francisco Taborda, António Pedro, José Carlos dos
Santos…). El teatro estará siempre presente en sus
periódicos. Así como fue un cronista de la sociedad lisboeta, fue también un
reportero de la vida del Teatro de São Carlos, destacando los estrenos,
comentando las vicisitudes empresariales, caricaturizando a los grandes ídolos
que por ahí pasaron o usando las grandes óperas para parodiar la política
nacional.
Castelao fue un
revolucionario del teatro gallego: al inicio de su exilio, escribió en Nueva
York Os vellos non deben de namorarse,
pero también diseñó los escenarios, el vestuario y las máscaras de los actores,
además de dirigirla en su estreno, en Buenos Aires en 1941. Antes, en
1931 había hecho, a petición de Valle Inclán, los decorados y figurines para su
obra Divinas Palabras, obteniendo un
gran éxito en Madrid.
Bordallo Pinheiro, Zé Povinho. |
Castelao. "Cousas da vida". |
Castelao. "A derradeira lección do mestre". |
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