martes, 8 de novembro de 2016

Bofill: cuarenta años en "Faro de Vigo"


Félix Caballero
(Entrevista realizada en Vigo el 7 de noviembre de 2016)

Pedro Ruiz Bofill (Barcelona, 1935), más conocido como Bofill, es licenciado en Bellas Artes y profesor jubilado de dibujo de Enseñanzas Medias. Fue miembro de la plantilla de personal de Faro de Vigo durante más de cuarenta años, de 1960 a 2000, trabajando tanto para la imprenta como para el diario, donde hizo ilustraciones, historietas, caricaturas y tiras cómicas. Bofill desarrolló su trabajo en Faro a caballo entre la época de censura y decadencia que vivió el humor gráfico gallego después de la Guerra Civil y el resurgimiento que experimentó en las últimas décadas del siglo XX. Fue uno de los dibujantes que ayudó a superar esos años oscuros y a entrar de lleno en la nueva edad dorada del género.

En el campo del cómic, es autor de los tres volúmenes de la serie As aventuras dun neno galego, con guión de Xesús Franco, publicadas por la Xunta de Galicia en los años 80, y de la Historia ilustrada de Vigo, la Historia ilustrada de Ourense y la Historia ilustrada de Arousa y O Salnés, editadas por Faro en los 90. Dibujó, además, casi todas las portadas de los libros de “O Moucho”, la popular colección de la editorial Castrelos, de Vigo, que constituyó todo un hito editorial en la Galicia de la segunda mitad del siglo XX.

 

–¿Cuándo y por qué se vino a vivir a Vigo?

–En 1960, por medio de un hermano que había montado una óptica en Vigo y me dijo que Faro buscaba un dibujante. Entré en la empresa y me puse a dibujar tanto para la imprenta como para el diario. Había mucho trabajo y pronto fuimos cinco dibujantes: Bao, Secundino Díaz, José Francisco, José Luis y yo. Cuando la empresa se dividió quedamos solo José Francisco, en la imprenta, y yo, en el diario.

–¿Fue su primer trabajo profesional?

–Sí. En Madrid había estado yendo a aprender a un estudio que trabajaba para la editorial Rollán, que hacía aquellos tebeos del FBI. Ayudaba al dibujante haciendo dibujos a lápiz que luego él corregía y pasaba a tinta. Tenía que presentar un cuaderno cada semana y no le daba tiempo. Y también hice lo mismo para otro dibujante de Madrid que colaboraba con una editorial de Barcelona que publicaba cómics del Oeste.

–Es muy raro que un dibujante sea miembro de la plantilla de un periódico –casi todos trabajan como colaboradores externos–, y, sin embargo, usted perteneció a la de Faro durante cuarenta años.

–Eso se puede explicar porque Faro tenía imprenta. Necesitaba dibujantes para la imprenta y que de paso hicieran cosas para el periódico.

–¿Qué tipo de trabajos hacía para la imprenta?

–De todo: carteles, anuncios, trípticos… Hasta las portadas de las cajas de camisas de una fábrica de Redondela que se las encargaba a Faro. Recuerdo un cartel rápido que hice para las fiestas de Bouzas. Tenía que hacerlo ya. “Hace falta para ayer”, me decían. Cogí un cartón negro y ahí mismo lo hice en un momento. Una ráfaga de cohete por la noche y unos manchones de luz como brillo desde el mar. Me acuerdo también de otro cartel que hice para el Día del Viajante. Dibujé un viajante muy bien peinado, con su bigotito, sus gafas tipo Ray Ban, su americana moderna, y una señora que trabajaba en Faro me dijo que había hecho la caricatura de su marido, que era viajante. También hice un cartel para la fiesta del jamón de A Cañiza que tuvo mucho éxito. Todavía hoy cuando son las fiestas ponen ese cartel.

–¿Colaboró en el diario desde el principio?

–Sí. Hacía una tira diaria de tipo policiaco, inspirada en “Rip Kirby”, de Alex Raymond [1909-1956], un dibujante americano, y otra del Oeste. Los guiones los escribía Francisco Pablos. Incluso había un regente, Manuel Blanco Villar, al que le gustaba mucho la imprenta, que me rotulaba los dibujos. Al poco tiempo, en 1961, tuvo lugar el secuestro del trasatlántico portugués Santa María a cargo de un comando gallego-portugués dirigido por Henrique Galvão, y le propuse a Faro hacer una página sobre el tema con dibujos. Los textos los escribía también Pablos. Fue mi primer trabajo fuera de lo normal.

–Empezó firmando como Ruiz pero enseguida pasó a hacerlo como Bofill, su segundo apellido.

–Fue una sugerencia del director Francisco Leal Ínsua [1949-1961]. Me dijo que Ruiz era un apellido muy corriente y que firmase mejor como Bofill.

–¿Cuándo empezó a hacer caricatura política?

–Con Leal Ínsua hacía ilustraciones para artículos. Con Manuel González Cerezales [1961-1964] y Álvaro Cunqueiro [1964-1970] me pedían alguna caricatura de vez en cuando. A Cunqueiro (o a Ceferino de Blas [1986-1994], no me acuerdo bien) le propuse hacer una página en el dominical con caricaturas de personajes que hubiesen destacado durante esa semana. Luego ya me las encargaban habitualmente. Y cuando Javier Sánchez de Dios hizo su “Crónica política” las hacía todos los días.

–¿Qué técnica usaba?

–Al principio tinta y luego lápiz. Y después de jubilarme he hecho retratos al óleo.

–Qué caricaturistas o dibujantes de humor le han influido o gustado?

–Me gustaba mucho Mingote. Cuando estudiaba dibujo en Madrid, una vez le dije a un amigo que me parecía muy original. Y me respondió: “No, hombre, no. Original no hay casi nadie. Te lo voy a enseñar”. Fui a su casa y tenía libros ingleses de humor. Y me dijo: “Mira, como dibuja Mingote, pero hecho por un inglés hace años”. Respecto al cómic, cuando empecé a hacer las tiras, me gustaba “Rip Kirby”, de Alex Raymond, que dibujaba también a “Flash Gordon”. Cuando empecé a ir a ese estudio en Madrid para ayudar en los cómics, me quedaba por las noches aprendiendo. Cogía unos libros que tenían de dibujos de de Miguel Ángel y los copiaba. Y también los cuadernos de Alex Raymond.

–¿Qué relación tuvo con Quesada?

–Éramos amigos, aunque no de salir por ahí todos los días. Fuimos juntos a varios sitios, por ejemplo, a la comida a la que [Manuel] Fraga [cuando era presidente de la Xunta] nos invitaba a los humoristas una vez al año. Él empezó a ir mucho antes que yo, porque era más conocido. Un día me dijo: “Hombre, vente”. Y fui con él. También coincidimos en el jurado del concurso de dibujo infantil que organizaba todos los años El Corte Inglés.

–¿La gusta Gogue?

–Todos los días, cuando llego a las páginas de Opinión, lo primero que hago es ver su tira, porque me hace sonreír. Me abre la mañana.

–¿Y Davila?

–También. Y hay un ilustrador que me gusta mucho, que hace algunas tiras de vez en cuando y además ilustraciones [Pablo García]. Con las tiras, tomas el desayuno con gusto. Para mí son como una especie de editorial: te dicen un problema actual, algo que esté pasando, en clave de humor, pero son una forma de interpretar la realidad fuera de lo normal, no como lo vemos todos, sacándola un poco del contexto.

–¿Le gusta la la tradición plástica gallega: Castelao, Maside, Cebreiro…?

–Sí, pero no la hacía mucho, salvo una época que trabajaba para la Serigrafía Gallega e hice la colección de “O Moucho”, de Editorial Castrelos. Yo hacía todas las portadas, y me dijeron: “Esto es un libro gallego, tiene que tener un carácter gallego, pero gallego folclórico, antiguo, que recuerde el final del siglo XIX o el principio del XX”. Querían hacer un personaje que saliera siempre y algunos datos que tuvieran relación con Galicia. Entonces hice un paisano con el gorro, las bolitas, el traje un poco de finales del siglo XIX, esos pantalones que no llegan hasta abajo, la cazadora, una faja, una bufanda. Intenté que ese personaje, dentro de la caricatura, recordara a Galicia. Inclusive, había una serie de datos que recordaban a Galicia: una piedra y una mazorca de maíz. Todos los dibujos tenían ese personaje y les ponía una piedra y un maíz.

–¿Cuál cree que es la clave de una buena caricatura?

–Hay que conocer cómo es la persona, qué rasgos exagerados tiene: darse cuenta de cuáles son los rasgos reales y cuáles los exagerados. Pero también pienso cuál es su carácter, y si el rasgo exagerado puedo unirlo a su carácter, lo exagero más. Y minimizar el resto. Así es como yo las hacía. De cualquier manera, no eran sangrientas. Procuraba no molestar mucho al caricaturizado, aunque hubo algunos que se sintieron ofendidos. Había un político en Vigo –no sé si de la Xunta o del Ayuntamiento– que era de esas personas que hablan mucho y no piensan todo lo que dicen, y una vez lo dibujé con una lengua que le llegaba hasta el suelo. Y me llamó por teléfono. Yo pensé: “Este tío debe de estar cabreado”. Pero, como buen político, el cabreo se lo guardó y  me dijo que le había parecido estupenda, que si se la podía regalar. Y a Manuel Soto, cuando era alcalde de Vigo, una vez que se fue de viaje a Groenlandia lo dibujé disfrazado de pingüino. Por lo visto, le molestó y se quejó al director [Xosé Armesto Faginas (1978-1986)], con el que tenía mucha amistad, y el director se enfadó conmigo y no me encargaba ningún dibujo. Esperé unas semanas a que se le pasara el calentón y fui a hablar con él, y ya quedamos tan tranquilos. Me volvieron a encargar cosas y no hubo problema ninguno. Otro caso parecido fue una vez que hicieron en O Porriño un acto al aire libre y dibujé al alcalde [José Manuel Barros], que era muy gordo, sentado sobre varias sillas. También se molestó.

–¿Recuerda más anécdotas de ese tipo?

–Sí. Al director general de Caixa Vigo, Julio González Gayoso, le dibujé una vez con muchas arrugas, porque las tenía –no tuve que exagerar–, y me avisaron de que le había parecido mal.  “Bueno, la próxima vez intentaré hacerle un lifting y que salga más guapo”, pensé. Y a raíz de una matanza de palestinos por parte de Israel, hice una caricatura del general israelí Moshé Dayán mirándose al espejo, con el uniforme, pero en el espejo salía la cara de Hitler, y se recibió en Faro una carta al director diciendo que aquello era una barbaridad y que fuese a Israel a conocer lo que estaba pasando realmente.

–¿Tuvo censura? ¿Recibía consignas sobre lo que debía o no dibujar?

–En general tuve libertad, salvo casos muy puntuales, por el miedo que tenían al resto de censura que había. Recién muerto Franco, había en Vigo una tienda que se llamaba “Saldos Arias” y el presidente del Gobierno era [Carlos] Arias Navarro. Entonces hice una tira en la que puse “Saldos Arias” y todos los políticos, hechos en muñequitos, estaban a la venta, de saldo. Y me llamó el director [Xosé A. Landeira Yrago (1975-1978)] y me dijo: “No me atrevo a publicarlo, porque en estos momentos no sabemos por dónde saldrán las cosas”. Y en otra ocasión hice una tira sobre un juicio que había llamado la atención, y el director me dijo: “Con la Justicia no nos metemos”.

–Usted fue el dibujante de los tres cómics de la serie As aventuras dun neno galego, con guión de Xesús Franco, publicados por la Xunta de Galicia en los años 80.

–Empezamos haciéndolo en Faro, pero como se iba quedando de lado pedimos permiso para ofrecerlo a la Xunta. Era una historia de Galicia empezando por la antigüedad. Buscamos a un arqueólogo para que nos orientara. Comenzaba con un niño que estaba leyendo, se quedaba dormido y empezaba a soñar con lo que estaba leyendo, que puede ser un paisaje de la historia. Entonces tenía veinte mil aventuras desarrolladas sobre algo que acababa de leer y sobre unos datos históricos.

–¿Cómo fue lo de la Historia ilustrada de Vigo, que publicó Faro en los años 90?

–Fue idea de Ceferino de Blas. La dibujé casi por entero, salvo algún cuadernillo que hizo Aguilar porque yo no tenía tiempo. Hice también las de Ourense y Vilagarcía. Iban saliendo en fascículos. Estuve unos cuantos años dibujando eso. 

–Usted participó prácticamente en todas las ediciones de la Bienal de Caricatura de Ourense (1992-2008).

–Sí, y también en el intento de crear una asociación de humoristas gráficos gallegos, pero aquello no cuajó. Cuando me jubilé preparé una exposición antológica de retratos y caricaturas. Pensaba hacerla en Vigo, pero Benito Losada [organizador de la Bienal de la Caricatura y presidente de la Casa da Xuventude de Ourense] me dijo que por qué no la presentaba en el Museo Municipal de Ourense. Y lo hice en enero de 2003.

–Usted es licenciado en Bellas Artes.

–En Madrid, donde viví desde los cuatro años, estudié por libre con Carlos Sáenz de Tejada [1897-1958], que era profesor en la Real Escuela de Bellas Artes de San Fernando, pero no hice la carrera, porque eran tiempos difíciles y no me parecía bien que mis padres se sacrificasen por mí. Tenía dos hermanos trabajando y yo no iba a ser el niño mimado. Mucho tiempo después, en los años 80, hubo una huelga muy grande en Faro y, por lo que pudiera pasar, hice Bellas Artes por libre en Bilbao. El periódico no me puso ningún impedimento; al revés, me apoyó. Como no había la especialidad de dibujo, escogí Pintura y Escultura. Había un profesor que estaba contra mí, porque desconfiaba de los alumnos mayores como yo. Antonio Quesada [hermano de Fernando Quesada, el humorista gráfico de Faro] me ayudó diciéndome los fallos. Fue una especie de profesor-tutor para mí. Después de un verano, el profesor nos dijo: “Durante estas vacaciones he pintado tres cuadros, ¿y vosotros?”. La mayoría había pintado uno o ninguno. Yo dije: “Pues yo he pintado diez”. Eran los diez cuadros en los que el profesor me había señalado fallos en el curso anterior. Los mejoré con la ayuda de Antonio. El profesor tuvo que admitir que estaban bien. Y en escultura me ayudó Suso Vázquez. Me gustaba hacer esculturas de atletismo y otros deportes.

–Tras licenciarse en Bellas Artes sacó la oposición de profesor de dibujo de Enseñanzas Medias.

–Sí. Me cercioré de que no fuese incompatible con el periódico. Por las mañanas trabajaba en el instituto, por las tardes en Faro y por las noches preparaba las clases para el día siguiente. Fui el primer director del Instituto de Chapela, pero solo durante un año. No quise más, porque era demasiado aquello. Por aquella época, propuse en Faro hacer una página semanal con dos personajes, un profesor y un niño, que explicaran cosas de arte. Empecé a tocar el tema del dibujo técnico y como veía que los chicos tenían mucha dificultad, lo hacía en viñetas. Hablando con profesores, me dijeron que en Peritos empleaban mis dibujos para que los alumnos entendieran.

–¿Sigue dibujando?
–Después de jubilarme estuve dos años haciendo los retratos al óleo que mostré en la exposición de Ourense. Ahora lo que hago es vídeo por ordenador. Me gustaba hacer vídeos familiares, pero los tenía en cintas y no había quién los viera. Con el ordenador cojo un tema, lo divido por capítulos, le pongo título y música, elimino lo que no me interesa... Me entretengo mucho. Volviendo al dibujo, un profesor me dijo que había hecho un libro de temas de arte para Educación Primaria y me pidió unos dibujos. Y hace poco me dijo que quería hacer una segunda edición y meter cosas que faltaban. Y como también me gustaría aprender a dibujar con el ordenador, he cogido un par de programas y estoy haciéndole eso, un poco por compromiso con él y también para ver si encuentro camino. A lo mejor vuelvo cualquier día a dibujar, pero de momento lo que hago es el vídeo.

Mariano Rajoy. Fuente: Vistos para sentencia (1993)

Tiras cómicas. Fuente: Vistos para sentencia (1993)
As aventuras dun neno galego (vol. 1). Fuente tebeosfera.com
Historia ilustrada de Vigo. Fuente: todocolección.net
"O Moucho", vol. 1. O catecismo do labrego
Fernando Fernán Gómez. Retrato al óleo. Hacia 2002.
Narcís Serra. Fuente: Vistos para sentencia (1993)


1 comentario:

  1. Pedro Ruiz Bofil: Me parece interesante la entrevista. Las anécdotas muy divertidas.

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